miércoles, 22 de octubre de 2014

Que el amor valga la alegría, no la pena.

Después de mucho tiempo, he llegado a la conclusión de que tenemos una idea muy equivocada del amor. Nuestra pareja y nuestra relación deberían ser un refugio de alegría, una burbuja de desconexión, el lugar donde encontrar paz y felicidad en el mundo. Sin necesitar nada más, solamente estar solos, una palabra adecuada, una mirada y una sonrisa. Y eso es lo que creo que debe ser amor del bueno.


Pero muchas veces nada de eso ocurre, nos hemos acostumbrado a algunos sufrimientos que acarrea, a sus discusiones, a sus inseguridades y a sus celos, como si firmáramos un contrato y esa fuera la letra pequeña. Cuando aceptamos todas éstas cosas, en ese mismo momento, se nos está escapando el amor y por tanto, deja de ser amor para convertirse en otra cosa que ya no lo es.

Jorge Bucay escribió un cuento que se llama "La princesa busca marido". Y nos habla de eso, de que el verdadero amor te llena de felicidad cada día y te evita noches de sufrimientos.

Espero que os guste.

LA PRINCESA BUSCA MARIDO.

Había una vez una princesa que quería encontrar un esposo digno de ella y que la amase verdaderamente. Y para ello propuso una condición: elegiría marido de entre todos los que fueran capaces de estar 365 días al lado del muro del palacio donde ella vivía, sin separarse ni un solo día.
La prueba comenzó el día 1 de enero, se presentaron centenares, miles de pretendientes a la corona real. Pero claro las condiciones eran muy duras, después de algunas noches de frió la mitad se fue, durante los siguientes meses muchos de los pretendientes fueron abandonando..y  cuando entró diciembre solamente quedaba un joven. Todos los demás se habían ido, cansados, aburridos, pensando que ningún amor valía tanto esfuerzo... Solamente éste joven que había adorado a la princesa desde siempre, estaba allí, anclado en esa pared y ese muro, esperando pacientemente que pasaran los 365 días.
La princesa cuando vio que este muchacho se quedaba empezó a mirarlo, pensando que quizás ese hombre la quisiera de verdad. Lo había espiado en Octubre, había pasado frente a él en Noviembre, y en Diciembre, disfrazada de campesina le había dejado un poco de agua y un poco de comida, le había visto los ojos y se había dado cuenta de su mirada sincera. Entonces le dijo al rey:
 - "Padre, creo que finalmente vas a tener un casamiento, y que por fin vas a tener nietos, este es el hombre que de verdad me quiere."
El rey muy contento comenzó a prepararlo todo, la ceremonia, el banquete e incluso, le hizo saber al joven, a través de la guardia, que el primero de Enero, cuando se cumplieran los 365 días, lo esperaba en el palacio para hablar con él. Todo estaba preparado, el pueblo estaba contento, todo el mundo esperaba ansiosamente el primero de Enero. Pero el 31 de Diciembre el joven se levantó del muro y se marchó. Fue a su casa y su madre sorprendida al verlo le dijo: 
- "Hijo querías tanto a la princesa, estuviste allí 364 noches, 365 días y el último día te has ido. ¿Qué pasó?, ¿No pudiste aguantar un día más?"
 Y el hijo contestó:
 - " ¿Sabes madre? Me enteré que me había visto, que me había elegido, que le había dicho a su padre que se iba a casar conmigo y, a pesar de eso, aun pudiendo hacerlo  no fue capaz de evitarme una sola noche de dolor. Alguien que no es capaz de evitarme una noche de sufrimiento no merece de mi Amor"

sábado, 18 de octubre de 2014

El poeta dice la verdad.

Desde que te conocí, necesito leerte en poemas cada día. Ahora leo de amor, esos mismos que antes me empalagaban. Los mismos que nunca tragaba y los mismos que hubiera querido borrar hace tiempo...
Pero me alegro de no haberlo hecho. Y de que ahora pueda soñar con ellos, descubriendo en sus lineas nuevos latidos, nuevos deseos, nuevos secretos de mí para ti, y de ti para mí... Que no se acabe nunca la madeja, ni este sentimiento tan oscuro y tan claro.

Que si hasta Lorca escribió sonetos sobre ello, no puede ser tan malo...

Aquí os dejo este poema, de los "Sonetos del amor oscuro". Poema que permaneció oculto después de su muerte y que hasta 1980 no vió la luz, En esta serie de poemas, es el Federico más humano, el hombre más enamorado. Aquí el poeta, sólo es la herramienta para hablar de amor a su pareja. El poema no es el fin, si no el medio escrito para decirle la verdad: que lo ama.

EL POETA DICE LA V.ERDAD

Quiero llorar mi pena y te lo digo
para que tú me quieras y me llores
en un anochecer de ruiseñores,
con un puñal, con besos y contigo.

Quiero matar al único testigo
para el asesinato de mis flores
y convertir mi llanto y mis sudores
en eterno montón de duro trigo.

Que no se acabe nunca la madeja
del te quiero me quieres, siempre ardida
con decrépito sol y luna vieja.

Que lo que no me des y no te pida
será para la muerte, que no deja
ni sombra por la carne estremecida.

sábado, 11 de octubre de 2014

A mis veinticinco, quince.

Y un día apareció él. Algunos decían que los miércoles eran mis días de suerte y yo a veces, lo dudaba, pero si, desde ese día ahora sé que es verdad. Tiene que serlo, porque nada más conocerlo me cogió el corazón sin ni siquiera tocarme la mano.

Aunque parecía que éramos más viejos, menos locos, menos inocentes y más realistas, acabamos en nuestras separadas camas ilusionados, con unos recién estrenados quince años. Como dos adolescentes que a los cuatro días de conocerse, sólo sueñan con tener nuevos amaneceres a kilómetros de distancia hablando, sin necesidad de tocarse la piel. 

Viniste a mí y yo fui a ti llevando una nueva luz ¿Cuántas probabilidades existen de que vuelva a pasar? ¿Quién podrá volver a hacerme sentir que a mis veinticinco, vuelvo a tener quince años? ¿Estás entre las mejores reacciones químicas de mi vida?

Entre palabras me cosiste nuevas plumas, y yo sentía que me elevaban del suelo a un ritmo tan rápido, que ahora si que parecía que íbamos a echar a volar alto. Tanto, que empecé a calcular nuevamente la distancia de salto sobre la piscina. Confiaba en mis alas y en la belleza de toda esta locura. En los domingos que se hacen infinitos, en la relatividad de las horas que se convierten en segundos y en la de los instantes que se pueden hacer eternos. En los sueños y desde ese momento, en ti y en mí.


Vini, vidi, vinci,.. y lo mismo conmigo.

escrita en octubre, pero publicada en noviembre...

Sé que hoy, no debería escribir más poesía, pero es que no lo puedo evitar. También sé que debería sacarte algún rato fuera de mi mente, por que los dos sabemos que no es sano, pero no quiero y tampoco lo puedo evitar. No debería escribirte más versos, ni mandarte más sonrisas, ni más besos, ni tener más sueños contigo, pero como ya te he dicho antes, no lo puedo evitar. Porque sé que no es sano, que sonreír en los días de lluvia debería estar prohibido. Que sentir la primavera en pleno octubre es de estar muy poco cuerdo, tanto como creer tanto en algo que apenas has visto y menos has tocado.

Esto lo escribí un once de octubre y lo guardé en un cajón de mi blog, pensando que era un más de mis locuras por ti, de esas que sólo nos hacían estar más enfermos. Pero hoy también llueve y es dos de noviembre. Y sigo viendo en tu piel, en tus ausencias y en tus presencias, mil primaveras de colores, que me recuerdan que un mes después, seguimos igual o más locos.

Veni, Vidi, Vici.


Que no se acabe nunca la madeja...






Ya sabéis lo que dicen... "enamorate de quien acepte tú locura" y yo os digo también que "quédate con quien solamente esté dispuesto a aumentarla".




miércoles, 8 de octubre de 2014

Aúnnosemuybiencomollamaraestaentrada.


Ayer  volví a leer este fragmento del Alquimista:



Entonces fue como si el tiempo se parase y el alma del mundo surgiese con toda su fuerza ante él. Cuando vio sus ojos negros, sus labios indecisos entre una sonrisa y un silencio, él entendió la parte más importante y la más sabia del lenguaje que todo el mundo hablaba y que todas las personas de la tierra eran capaces de entender en sus corazones. Y esto se llamaba amor, algo más antiguo que los hombres y que el propio desierto, y que sin embargo resurgía siempre con la misma fuerza doquier que dos pares de ojos delante de un pozo. Los labios finalmente decidieron ofrecer una sonrisa y aquello era una señal, la señal que él espero sin saberlo durante tanto tiempo en su vida, que había buscado en las ovejas y en los libros, en los cristales y en el silencio del desierto.
Allí estaba el puro lenguaje del mundo, sin explicaciones, porque el universo no necesitaba explicaciones para continuar su camino en el espacio sin fin. Todo lo que el muchacho entendía en aquel momento es que estaba delante de la mujer de su vida y sin ninguna necesidad de palabras, ella debía saberlo también. Estaba más seguro de esto que de cualquier cosa en el mundo, aunque sus padres y los padres de sus padres dijeran que era necesario salir, simpatizar, prometerse, conocer bien a la persona y tener dinero antes de casarse. Los que decían esto quizás jamás hubiesen conocido el lenguaje universal, porque cuando nos sumergimos en él, es fácil entender que siempre existe en el mundo una persona que espera a otra, sea en el medio del desierto, sea en el medio de una gran ciudad. Y cuando estas personas se cruzan y sus ojos se encuentran, todo el pasado y todo el futuro pierde completamente su importancia y solo existe aquel momento y aquella certeza increíble de que todas las cosas debajo del sol fueron escritas por la misma mano. La mano que despierta al amor y que hizo un alma gemela para cada persona que trabaja, descansa y busca tesoros debajo del sol. Porque sin esto no habría ningún sentido para los sueños de la raza humana.

 Cualquier entendido en letras, que haya devorado pilas y pilas de libros dirá, que Paulo Coelho es un autor mediocre, que los hay mejores. Si les dices que te gustó El Alquimista, te mirarán por encima del hombro, asombrados de tu afirmación. Mientras sientes como en ese mismo instante, todo tu crédito, tus palabras y tu opinión pierden importancia. Claro que he leído a otros grandes autores que la gente prostituye nombrándolos una y otra vez con aires de importancia, pero aún con todo debo confesar que fui muy feliz la primera vez que leí el alquimista. Me dio lo que pocos libros me han dado, esperanza, alegría e ilusión. Por eso ahora creo que lo volveré a leer, porque más que en la casualidad, creo causalidad y en los encuentros en ciudades pequeñas.