Aunque parecía que éramos más viejos, menos locos, menos inocentes y más realistas, acabamos en nuestras separadas camas ilusionados, con unos recién estrenados quince años. Como dos adolescentes que a los cuatro días de conocerse, sólo sueñan con tener nuevos amaneceres a kilómetros de distancia hablando, sin necesidad de tocarse la piel.
Viniste a mí y yo fui a ti llevando una nueva luz ¿Cuántas probabilidades existen de que vuelva a pasar? ¿Quién podrá volver a hacerme sentir que a mis veinticinco, vuelvo a tener quince años? ¿Estás entre las mejores reacciones químicas de mi vida?
Entre palabras me cosiste nuevas plumas, y yo sentía que me elevaban del suelo a un ritmo tan rápido, que ahora si que parecía que íbamos a echar a volar alto. Tanto, que empecé a calcular nuevamente la distancia de salto sobre la piscina. Confiaba en mis alas y en la belleza de toda esta locura. En los domingos que se hacen infinitos, en la relatividad de las horas que se convierten en segundos y en la de los instantes que se pueden hacer eternos. En los sueños y desde ese momento, en ti y en mí.
Vini, vidi, vinci,.. y lo mismo conmigo.
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