martes, 12 de agosto de 2014

Más vale encender una vela...

Llevaba semanas sin escribir en mi blog, aunque nunca pensé en abandonarlo. Sin embargo en ese tiempo que decidí tomarme,  reflexioné bastante sobre "la dignidad del silencio". Y en como es mejor callar cuando no hay algo bueno que decir. En como es mejor dejar ir, a quedarse y remover el dolor.
Yo estuve enamorada y también dolida. En una verdadera encrucijada de sentimientos. La metáfora de navío a la deriva se parecía más a mi vida de lo que me gustaría admitir y no entendía como las aguas que en tiempos pasados parecían primaverales, habían resultado estar tan llenas de monstruos marinos.

Ahí pequeñita, en la oscuridad del océano, agarrada a unas pocas tablas, fui resistiendo al huracán, respirando entre la niebla, resistiendo los navajazos de la noche. Maldecía a la oscuridad y no encendía una vela... Hasta ayer.
Ayer la encendí y se hizo la luz en el mar, y todo volvió a ser claro día.
Y los monstruos descubiertos, huyeron, y yo reconocí mi barco y mis verdaderos delfines, con mis verdaderas alas. Y entendí que yo no había estado en esa noche para conocer su esencia que es oscura, engañosa y cobarde, yo había estado en ese lugar para conocer la luz y el poder que yo tenía, uno tan grande que cuando deseara, podía hacer nacer en cualquier parte, un claro día.

Me leí la piel, como se leen las lineas de los grandes libros y descubrí que al final, "el tiempo todo locura", y que es ese mismo tiempo el que pone a cada persona en su lugar. Sin irme muy lejos, sin defenderme de las falsas mentiras, sin intentar convencer a nadie sobre mi verdad...
Simplemente saliéndome de ese mar que me había tenido tanto tiempo sujeta, abandonando esa pequeña tabla y cogiendo las riendas de mi vida mientras me sentaba a esperar en un nuevo barco.



Y yo marineros, ya estoy aprendida, curada y de paso.





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